Nos solíamos comentar este tipo de asuntos a la hora de la merienda o por la noche, cuando su trabajo en cabina había terminado y el mío sólo era vigilar un poco el cine.
Le interesaba hablar sobre ella, sobre el rollo que durante meses tenía con una compañera del trabajo. Él me caía bien, ella me caía bien pero la relación entre ellos… No era el tipo de problema que yo pudiera solucionar.
- La chupa muy bien- me decía con cierto orgullo de niñato mi amigo- Pero preferiría que nadie supiera lo nuestro aquí.
- ¿Por qué?
- No es mi novia. Es un rollo y ya está. Le he dicho que si se enteran de que estamos juntos… La dejo.
- ¿Y ella acepta?
- Claro, es lo que hay… Yo no voy a tener otra cosa con ella.
Cuando decía esas cosas no le podía mirar directamente a los ojos. Me concentraba en la cebolla del Frankfurt que se solía pedir. Por concentrarme en algo.
Recordaba algunas conversaciones con ella. Cuando me preguntaba que qué hablaba con J., que qué decía él de ella… Era difícil afrontar la situación. Porque a ella no tenía manera de darle una buena noticia. Ni siquiera maquillando lo que decía J.. Estaba claro que él la valoraba por algo que a ella no le gustaba ser valorada. O sí. Pero no exclusivamente.
Pero mi compañero lo tenía claro. Una cita clandestina con ella cada semana o cada quince días. En su coche. Al final del trabajo. Y luego nada de quedar fuera de eso.
Él era sexualmente introspectivo, sólo pensaba en sus orgasmos. Ella me contaba que no tenía ninguno con él. Pero decían que sólo porque era un rollo…
Y él me seguía pidiendo consejos. “¿Debo mentirle? ¿Decirle que la quiero? Últimamente no quiere venir conmigo. Pues parece que me lo está poniendo difícil…”
Y ella dejó de pedirme consejos. “Que le den. Es un cerdo. No me respeta. Menudo cabrón. Tengo ganas de decírselo a la cara…”
Recuerdo que en los últimos tiempos ya no sabía qué consejo darle a J.
Ella y yo teníamos una relación.
A veces me gustaría ser mejor amigo de mis amigos.