miércoles, 3 de marzo de 2010

Determinismo, biología, ascensores y muchas más tonterías


El destino no existe. O por lo menos yo no consigo ni verle el rastro. Sólo me encuentro con efectos que a poco que piense tienen una causa lógica. Sé por qué la vecina del trece de dónde viven mis padres es más cotilla que la del primero o por qué yo, en mi piso de planta baja no conozco casi a los vecinos.

El otro día una vecina del piso de mis padres me explicaba algo muy interesante sobre una operación en el cráneo que le habían hecho a su hijo. Cuando llegaba el momento en que la radial tenía que tajarle el cráneo y extraerle el pequeño tumor benigno a su retoño alcanzamos el piso octavo y me quedé sin el final de la historia, tuve que despedirme de la señora (creo que el hijo está bien). Si mis padres hubiesen vivido dos pisos arriba yo tendría el resto de la historia.

Las personas que viven en las plantas más altas tienen un extra de tiempo para establecer relaciones sociales con los vecinos. No es sólo el tiempo que esperamos en el rellano (este es igual para todos) sino el tiempo de ascensor, uno de los más lentos que existen que se amplía si vives en pisos altos. La vecina del trece dónde viven mis padres sabe más de todos, sabe dónde se afincan los nuevos vecinos y sus cuitas diarias. No puedes vivir de hablar del tiempo con tantas plantas, debes especializarte un poco como vecino y tratar de pasar esos aborrecibles segundos en los que las personas nos hacinamos en vertical, debes entablar charlas de mayor fundamento que si por ejemplo solo vives en un segundo o un cuarto.

Desde que vivo en una planta baja he descubierto que sólo conozco al vecino que tengo sobre mi cabeza (con el que he discutido numerosas veces y he ido a juicio victorioso por mi parte en dos memorables vistas), a la del cuarto con la que tuve una guerra el año pasado y un armisticio sobre las navidades del mismo año frente a los buzones dónde hablamos con calma (y yo le prometí que no le volvería a rayar el letrerito dónde indica su nombre y el de su marido y ella que dejaría de colocar carteles difamatorios en la puerta de mi casa) y sólo dos o tres individuos más con los que me cruzo. Si cambio mis horarios probablemente descubriré vecinos nuevos. Hay una rusa muy guapa con dos niños que a veces parece haberse mudado pero que sé que continúa viviendo allí porque me la encuentro en épocas del año en que no hago otra cosa que entrar y salir de mi piso. Pero apenas hablo con los vecinos. Como sólo me los cruzo apenas entablo mini-conversaciones de hola y adiós. No hay un ascensor que una nuestros destinos.

Cuando vives en una planta baja no necesitas un elevador y te ahorras encuentros fortuitos y en ocasiones infortunados. Me resultaría difícil ascender cuatro plantas con la del armisticio.

Es estúpido pensar lo que nos marcan los astros cuando más de cerca nos marca la posición social que nuestra economía nos permite. Si tuviera una mayor liquidez yo viviría en un hermoso barrio de Barcelona dónde una vez pasé no recuerdo para qué y comprendí que existen barrios silenciosos y tranquilos (pero allí el garrulo sería yo cuando por la tarde me da por cantar y saltar al ritmo del pop o el rock inglés que toque ese día).

El destino no está escrito pero tampoco es tan fácil hacértelo tu mismo. Cómo mucho te puedes echar las cartas de la lógica y evitarte un par de disgustos. Y sí, tener muy presente que a pesar de que somos nosotros y nuestras circunstancias, las circunstancias no son lo único que nos altera la vida.

Mi vecina del cuarto no necesita acumular pisos ni tiempo de ascensor para detenerme y retenerme en el rellano o detectarme en el colmado de la esquina para exponer sus quejas, exigirme explicaciones por lo que se le pase por la cabeza (un día le llenaré un PenDrive con informes minuciosos y detallados aunque probablemente inventados sobre mi vida para que me deje en paz mientras se entretiene leyendo un rato) o mirarme con severidad porque las reuniones de vecinos siempre son de “vecinos menos yo”. Vivir en el cuarto no ha cambiado para nada su sed de acoso vecinal. Digamos que ha trascendido del lugar que ocupa y es lo quiere ser más allá de dónde vive o de que el presidente de la comunidad de vecinos no sea ella.

Como yo no podía trascender ni bajar más la altura de mi madriguera (si le pusiera arbustos de camuflaje delante me denunciaría por no consultarlo antes con ella) “firmé” el armisticio de Navidad.

Debo decir que mi destino se ha corregido bastante en lo que a nuestros encuentros se refiere.

12 comentarios:

  1. Dentro de todo no suena tan mal. Si me pasas ese Pendrive prometo no quemarte el escroto :)
    Las comunidades están repletas de cotillas con zapatillas muy rosas.

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  2. Mi Pendrive está al alcance de cualquiera. Dicen que todos los escritores son exhibicionistas. Yo me considero. Escritor y exhibicionista.

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  3. No había caído en la importancia del ascensor en las relaciones humanas. Ahora entiendo por qué la cotilla de mi tía abuela vive en el ático; tiene bajo control a todo el edificio.
    Me ha parecido muy interesante el post.

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  4. muy interesante relato.
    un abrazo

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  5. Y ami kien me cotillea?...no vivo en un piso sino en una casa perdia en medio del campo...mmmm aunque el otro dia sorprendi a un erizo detras de la puerta junto con una rana y un gorrion que trataban de espiar lo que yo estaba hablando por telefono mientras deambulaba por el salon...al abrir la puerta todos disimularon silbando :P
    P.D:Me gusto...mucho :)

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  6. Certero estudio de un detalle trascendental en la vida en comunidad. Quizá nuestra generación no se quita los auriculares cuando está en el ascensor, ni las gafas de sol, con lo que ya ni sabemos a quien tenemos delante...

    Saludos, te leo.

    VD

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  7. Eso Lissi, tú sigue dando envidia con tu casita en el campo dónde yo no interaccionaría nunca con alguien que me hiciera cabrear. Puede que los insectos pero no hay leyes que me impidan matarlos.

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  8. Siempre me gustaron las escaleras, ponen mi piernas duras y mi mente no tiene que aguantar las mentes vecinales.
    Andaré por aquí.
    Saludos.

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  9. Yo no tengo ascensor, las conversaciones con los vecinos van entre soplidos por la falta de aire mientras subes escalones con la compra e intentas ser agradable para que no vuelvan a estampar un "PUTA" en tu buzón. Se ve que mis vecinos no saben que todavía no cobro...

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  10. Tendre que subierme a ese ascensor de cuando en cuando, aunque me gusta tener los pies en la tierra.
    Besos ascendentes

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  11. yo tampoco tengo ascensor (y vivo en un primero, afortunadamente) pero me ha encantado la teoría que has elaborado

    besos

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  12. Lo más curioso que me ha ocurrido es que recibía de un vecino sinopsis de películas de los cines Renoir. Las dejaba bajo la puerta.
    Una manera simpática de invitarme al cine.
    Aparte de eso, todos pasamos de todos.
    Me gusta tu afirmación de que eres escritor y exhibicionista.

    Un beso.

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