martes, 27 de abril de 2010

Seguridad



El otro día fue el de la Tierra y hoy ya me está demostrando mi Ayuntamiento que no le importa joder el pequeño espacio de ídem que gobierna. En el folleto “Seguros delante del riesgo químico” que me encuentro en el buzón me informan sobre empresas cercanas a mi casa que sí, que son muy “seguras” pero no tanto como para que no les obliguen a enviarnos estos avisos por escrito. Son explicaciones muy parecidas a las de las TCP o azafatas, dan miedo porque sabes que si ocurre algo malo no te van a servir de nada, apenas las escuchas, ellas o ellos que sigan haciendo aerobic y que no dejen de mover sus brazos que tú sólo confías que no ocurra nada.

Las empresas cercanas a mi piso que pudieran tener un mal día arrasarían con la zona dónde vivo pero tenemos una defensa: unas alarmas que nos avisarán y que durante el día 3 de Mayo harán sus ensayos para que sepamos distinguirlas y no pensemos que la Renfe ha cambiado su manera de marcar las llegadas o salidas cuando la nube tóxica se aproxime a nuestros pulmones. Puros formalismos. La vida es nazi.

Si eres sordo no escucharás nada. Más vale que atiendas a los grupos de gente corriendo asustada y pisándose los unos a los otros.

Se recomienda que busques el lugar más interior de un piso (si todo son ventanas porque tienes dinero y “a quién no le gusta un piso bien luminoso”, morirás fácilmente pero tu vida habrá valido la pena en ese piso tan bonito y abierto).

Dicen que escuches la radio. En el folleto hacen publicidad gratuita de las cadenas que nos informarán del estado de la crisis. Yo probablemente caeré asfixiado sin saber muy bien lo que pasa mientras Bowie, Sabina, Morrissey o cualquiera de estos sigue atronando en el equipo de música o en el MP3 (cuando voy a la calle pertenezco a la tribu de los sordos voluntarios, ninguna sirena avisará por mí, las campanas sí que redoblarán en cambio).

Nos piden que no llamemos por teléfono para no colapsar líneas. Nadie seguirá este consejo y bien que harán. Si no llamas por teléfono consigues el mismo efecto que si colapsas la línea, o sea, ninguno (pero antes de que se colapse tienes por lo menos una oportunidad).

Que no vayamos al colegio porque los profesores ya saben qué hacer con los niños. Ese consejo está bien pero sólo si el colegio no es de curas.

Hay otros grupos de riesgo que no contempla el folleto en caso de alarma. Los que no leerán el folleto, los que lo leerán pero son imbéciles, los desmemoriados, los que sólo saben qué significa sirena por la película de la Disney o similares, los que estén trabajando entre maquinaria ensordecedora, los despistados, los que pasan siempre de todo con un “vaya tontería, seguro que no es nada”…

También está el peligro de que las autoridades sólo avisen para que no haya muchos mosqueos cuando realmente estén convencidos de que hay motivos de alarma. ¿Cuándo será eso? ¿Cuándo la mitad de los trabajadores del polígono haya caído atacado por las toxinas? ¿Y entonces quién tocará la sirena? Imaginemos que el encargado de pulsarla es el primero que se ahoga entre espasmos y regueros de sangre por la boca…

En fin. Ya tengo un nuevo motivo para dormir mal además de mi vecino.

Nunca dejaría de escribir mi blog.

Si lo hago es que el plan de emergencia ha fracasado conmigo y Quimidroga, Industrias Titán, Coplosa S.A. o similares me han enviado a contarle chistes a San Pedro (o a los gusanos que yo no creo en nada).

sábado, 24 de abril de 2010

Jugando con fuego


Pero no me arrepiento, es lo que soy; una buena persona cuando no escribo y una mala persona cuando escribo" Jaime Bayly

Me halagan cuando me felicitan por el “cuento” que he escrito. Me gusta que piensen que he narrado una invención mía. Aunque el noventa por ciento de lo que cuento me ha ocurrido. Sólo invento historias para mis novelas inéditas. Mis post sólo son puntos de vista sobre lo que me sucede. También son los muchos ensayos que tengo con el fuego. Juego con ese elemento todo el tiempo. Me gustaría saber por qué lo hago pero como casi nunca me entiendo me limito a escribirme. Me uso como personaje para estudiarme como persona. Sin resultados concluyentes hasta la fecha, debo añadir. Suelen hacerme inquisiciones las personas que me conocen sobre lo escrito. Cuando ella me miraba de otro modo y yo había publicado post reciente que la incluía ya sabía que habría discusión, que yo buscaría argumentos hasta debajo de las alfombras: - Pero en literatura eres y no eres. Nabokov decía que una novela es como el camuflaje de una mariposa. Cuando lees te parece que lo que lees es real como la mariposa te parece una hoja más en el paisaje. Cuando cierras el libro es como cuando la mariposa agita las alas, debes entender que esa ficción que tanto se parecía a la realidad es ficticia, que por más que imite a la realidad… no lo es. - ¿Pero que me estás contando? ¡Que le den por el culo a Nabokov y a ti! ¡Que no quiero que cuentes MI VIDA en tu blog! ¡Que no la cuentes! Y no digamos en el trabajo. Y cómo una vez relaté en una frase kilométrica lo que pensaba sobre mi jefe y sus despacho y poco más. Yo quería hacer un ejercicio de estilo con materiales que tuviera a mano. Todo escritor utiliza su vida como combustible para sus historias. Yo tal vez la uso demasiado. El caso es que mi encargada decía que veía un odio exacerbado de mí hacia el gerente y basaba su opinión en ese post. Yo le dije que no era para tanto. Que era propia de una exageración que el mismo estilo opresivo y asfixiante dictaba. Pero ella sacudía la cabeza. No se creía nada de lo que decía. La gente se cree más lo que escribo que lo que digo. Gracias, gracias pero eso me obligó a cambiarme de blog, a llegar a este y refugiarme de mi entorno en este lugar dónde sólo me conocen los amables desconocidos. Y luego, pasada la tormenta, reabrí el clausurado, “El hacedor de blasfemias”. Con dos cojones. Puede que regresen a leerlo mi encargada y compañía. Y que de allí puedan llegar a este como no le costó nada a cierta persona que me mandaba a tomar por el culo a Nabokov y a mí y me alcanzó en mi refugio en no más de dos horas (pero ella estaba mucho por mí, la verdad). Y que me vuelva a quemar. Pero es que vivimos en una sociedad libre. Y yo tengo la mala costumbre de creérmelo. Y de creer que puedo escribir libremente sobre lo que me dé la gana. Y de levantar ampollas, las de los otros y las mías cuando me vuelva a quemar con el fuego con el que juego. Pero si ellos son libres de entrar en mi blog y leerlo y malinterpretarme (o no, porque si se sienten insultados es que van por buen camino) y usarlo en mi contra cuando les da la gana… ¿Por qué no voy a ser yo libre de escribir lo que me apetezca?

domingo, 18 de abril de 2010

Cartas en la manga por si las cosas se ponen feas




Una compañera me contó que últimamente estaban desapareciendo muchos productos del bar o de la barra dónde venden palomitas. Los encargados se estaban mosqueando. Hay un nivel de hurto mínimamente tolerable en cualquier establecimiento de este tipo pero al parecer la cleptomanía se estaba desatando. Esa fiebre de empleadas chorizas desafiaban las cámaras del local. No se sabe cómo conseguían llevarse bastantes golosinas, refrescos, porquerías varias… A mí no se me hubiese ocurrido porque lo bueno de los empleados antiguos es que la saciedad de lo que vendemos nos ha hecho perder el gusto y el deseo. Lo tengo aborrecido casi todo. Mis tiempos de orgía en la tienda de las chuches y bolsillos cargados de huevos Kinder a últimas horas de la noche pasaron a mejor vida. Nada de eso me atrae. Si acaso los frutos secos pero los de un cine suelen estar muy salados y eso me obliga a robar demasiadas botellas de agua o refrescos, es un desafío mayor a las cámaras de seguridad (no quiero que el hecho de estar deshidratado me vuelva descuidado). Y mi caso es más grave. Soy persona non grata para el despacho. A ellos les encantaría que les robase algo, que les diese una excusa para “abaratar” el despido. Pero con las chicas de la barra y la tienda… Bueno, a ellas las llevaron al despacho, las interrogaron. Mi gerente es un Sherlock Holmes fracasado. Le gustan los interrogatorios. Estoy seguro de que preferiría cambiar el fluorescente del despacho por una lámpara de mesa con la que apuntarte a la cara mientras te preguntase cosas siniestras: “¿Cuántos minutos dices que estuviste ayer en el servicio? ¿De quién era la colilla en el vestuario de las chicas? ¿Sabes que me han llegado noticias de que mantienes relaciones sexuales en horas de trabajo y en las salas?” Un hombre que quiere ser el Servicio Secreto pero es bastante público. También sabe con quién se juega los cuartos. Cogió a las chicas más honestas, amables y honradas del cine y él o su esbirro les dijeron: “Que sepáis que ver cómo roban vuestras compañeras os hace cómplices, tenéis que venir aquí y contarlo todo”. Eso, dónde no llega la mirada de un jefe, que llegue la lengua de un compañero traidor. Pero al saber eso me surgieron preguntas. La primera es si se puede comparar el grado de complicidad del que ve una violación o un asesinato con el que sólo ve como la compañera hurta un cartón con palomitas que en muchos casos se van a la basura. ¿Se la puede denunciar por no ser una chivata? ¿Y echarla? Pero la otra pregunta que me vino me hizo reír en solitario en la puerta del cine (los que se ríen solos es que algo malo están pensando).

Normalmente mi empresa, para recibir subvenciones del estado, saca entradas falsas. Si ha producido una película con cuatro duros que ya saben que no vale nada y que no va a ir a ver nadie tiene tantos espectadores… ganará subvención, se venderá mejor a las televisiones de cable y no sólo recuperará el dinero invertido sino que sacará algún beneficio. Se compran entradas a sí mismos y un Lunes dónde películas comerciales como “Furia de Titanes” apenas acogen cuarenta o cincuenta personas en una sala ven como películas españolas con actores desconocidos y guiones que debe haber hecho el sobrino subnormal del presidente de la empresa tienen trescientos espectadores. Es falso. La sala esta vacía. Cuando pasa la sesión, por si vienen inspectores, se le pide a la taquillera que saque entradas y las corte ella misma. El encargado hace ese chanchullo él solito. Se queda los resguardos que supuestamente se han quedado los clientes fantasmas. Engordamos la taquilla falsamente para recibir el dinero del contribuyente.

Yo no gano con eso, sólo lo veo. Pero eso es una estafa.

Estoy pensando en preguntarle a mi jefe si eso que dice de ser cómplice de un delito también vale para esto.

Y actuar en consecuencia.


sábado, 10 de abril de 2010

Paranoia




Podíamos caber en dos habitaciones pero no en cinco días. O al menos esa era la idea que tuve cuando salí para Francia con mi hermana y su familia. Y pasando mis impresiones a través de esa idea fui filtrando todos los estímulos que me llegaron desde el exterior.

A veces eran miradas entre mi cuñado y mi hermana que me excluían de su conversación sin palabras. Otras veces era que se podían mantener un rato callados y circunspectos delante de unas pastas que cualquier persona en su sano juicio y mejor apetito no hubiese dudado en devorar. Otras veces algún sarcasmo de mi cuñado… Sentía que el ambiente era como una pista de hielo sobre la que patinábamos en un día de Primavera y deshielo, el calor quebraría el suelo sobre el que viajábamos en cualquier momento, alguien se llevaría algo mucho peor que un jarro de agua fría, todo un baño…

Intenté pensar que ellos tendrían sus motivos para estar así. Las parejas están cargadas de asuntos internos. Y bueno, a la niña me la seguían prestando todo el tiempo. La confianza, a ratos excesiva, seguía allí. Pero la atmósfera me parecía extraña en muchas ocasiones.

Pensé que yo era una carga más en ese coche al que me habían invitado con la boca pequeña. Por eso aproveché un aparte de mi hermana para pasarle un dinero para gasolina que ella aceptó con la mano mientras aseguró con palabras que me lo devolvería en Barcelona (intuyo que bajo sus palabras había un entrelíneas así: “cojo el dinero para que mi marido vea que tú también aportas algo pero por mí viajarías gratis”).

Pensé también que era una venganza en frío de mi hermana porque de pequeños jugaba a estrangularla todo el tiempo. Pero eso debía estar olvidado. La falta de oxígeno en el cerebro mata las neuronas. Estoy seguro que mi hermana debe haber perdido todas las de la infancia. O no. Tal vez recordaba cuando yo escribía novelillas de ciencia ficción o terror para los amiguetes de la calle dónde todos éramos personajes y ella solía ser la primera en morir. Pero habían pasado años. Los hermanos mayores somos así, un poco tiranos y no se dan muchos casos en los que el hermano pequeño reacciona y se torna un Caín. Pero yo me sentía incómodo.

Ellos iban por su Eurodisney y yo por mi Louvre y luego conveníamos un lugar dónde yo aparecía y regresábamos juntos al camping en las afueras de París.

Después de la cena el padre y la hija hacían algún espectáculo cómico durante la cena y luego nos íbamos a dormir. Ellos escogieron las camas más incómodas y dormían fatal así que tampoco era culpa mía que mal durmieran y yo descansase.

Pero por las mañanas no veía buenas caras. No eran caras de vacaciones, eran caras de ir a trabajar.

Ya en Barcelona mi madre me llamó por teléfono. Cuando hablamos del viaje me dijo algo:

- Tu hermana dice que está encantada contigo. Que no le extraña que tu sobrina te quiera tanto. Que eres un encanto de hermano, rápido para ponerse en marcha, que si yo no te hubiera malcriado tanto sabrías hacer de todo porque voluntad tenías, que el dinero que le diste lo cogió para que tu cuñado vea que no eres un gorrón pero que te lo devolverá, que sin ti o tu paciencia no hubiesen podido tener a la niña portándose tan bien y a raya…

El caso es que soy demasiado mal pensado como para ser psicólogo.

Tal vez vi malas caras dónde no las había. Tal vez tenía razón con lo de los “asuntos internos” de pareja. Tal vez dormir mal los dejaba mustios de buena mañana.

Tal vez… mi madre mentía.

martes, 6 de abril de 2010

Paris, je t´aime




Me fui de Barcelona, una vez más, para refugiarme de mí mismo.

Aprovechando la Semana Santa y la invitación de mi hermana y mi cuñado me metí en un coche y me dirigí a un camping en las afueras de París. El primer peaje lo pagué yo. Mi sobrina de cinco años tardó quince minutos en vomitar a mi lado.

Era de madrugada así que el resto del viaje nos lo repartimos entre el sueño de la niña y el mío.

En Francia la familia se decantó por Eurodisney y yo por el Louvre y otros lugares culturales.

Louvre: La Mona Lisa está sobrevalorada. Hay que hacer cola. Descubrí en cualquier caso que si te sitúas detrás de los japoneses la ves muy bien y si la ves detrás de la gente nórdica sólo ves espaldas. También que en la sala contigua está “La balsa de la Medusa” de Gericault que le da mil vueltas y cuya historia es más interesante (leer la “Historia del mundo en diez capítulos y medio” de Julian Barnes para creerme). Leonardo da Vinci, con algo de ayuda de Dan Brown, comienza a ser una Superestrella del mundo de la pintura. Parece que sólo él pintó cuadros.

El Louvre magnífico, por supuesto. Inabarcable en un día.

Tópicos: Me dijeron que si no sabía francés lo pasaría mal en Francia. Y yo no tuve tiempo de prepararme. Sólo conozco mis idiomas regional, nacional e internacional (el inglés). Pero los tópicos están hechos para desafiarlos. Las sonrisas francesas, sus esfuerzos por hacerse entender con gestos, bolígrafos y sonrisas con cualquier tontería que les decía yo en mi improvisado galo ya refutaban la teoría sobre esa gente. Proteccionistas con su idioma pero a grosso modo, nada intolerantes.

Sena: La lluvia, un río y las explicaciones en español por el telefonillo de mi asiento. Una delicia. Tenía razón el libro de Vila- Matas con lo de “París no se acaba nunca”. A pie o navegando siempre había algo interesante que ver. Ahora tengo una colección de puentes parisinos en la tarjeta SD de la cámara. Me quedo con el Pont Neuf.

Torre Eiffel: Más pequeña en persona o digamos que en hierro de lo que imaginaba. Mejor esperar la noche para que la iluminación eléctrica le dé belleza. Curiosa, en cualquier caso.

Tumba de Napoleón: Un lugar de peregrinación dónde la gente acude para ponerse la mano derecha o izquierda dentro del abrigo y hacerse fotos con pinta de locos. Un lugar enorme para un cuerpo tan pequeño. Pero claro, eso demuestra que la grandeza no está en el tamaño…

Notre Dame: Para los amantes de lo siniestro y del gótico. Aquí si tuve que reprimir mi sentido de la gilipollez para no imitar al jorobado y colgarme de una gárgola. Las cámaras fotográficas no sacan lo mejor que hay en nosotros.

La Bastilla, la plaza de la Concordia, las calles, los cafés a cinco euros, que sí, que “París no se acaba nunca”. Que tengo nueva ciudad preferida este año a pesar de su mal tiempo y sus precios.

Cualquier cosa menos seguir en la Barcelona que tanto me vio sufrir.