Una compañera me contó que últimamente estaban desapareciendo muchos productos del bar o de la barra dónde venden palomitas. Los encargados se estaban mosqueando. Hay un nivel de hurto mínimamente tolerable en cualquier establecimiento de este tipo pero al parecer la cleptomanía se estaba desatando. Esa fiebre de empleadas chorizas desafiaban las cámaras del local. No se sabe cómo conseguían llevarse bastantes golosinas, refrescos, porquerías varias… A mí no se me hubiese ocurrido porque lo bueno de los empleados antiguos es que la saciedad de lo que vendemos nos ha hecho perder el gusto y el deseo. Lo tengo aborrecido casi todo. Mis tiempos de orgía en la tienda de las chuches y bolsillos cargados de huevos Kinder a últimas horas de la noche pasaron a mejor vida. Nada de eso me atrae. Si acaso los frutos secos pero los de un cine suelen estar muy salados y eso me obliga a robar demasiadas botellas de agua o refrescos, es un desafío mayor a las cámaras de seguridad (no quiero que el hecho de estar deshidratado me vuelva descuidado). Y mi caso es más grave. Soy persona non grata para el despacho. A ellos les encantaría que les robase algo, que les diese una excusa para “abaratar” el despido. Pero con las chicas de la barra y la tienda… Bueno, a ellas las llevaron al despacho, las interrogaron. Mi gerente es un Sherlock Holmes fracasado. Le gustan los interrogatorios. Estoy seguro de que preferiría cambiar el fluorescente del despacho por una lámpara de mesa con la que apuntarte a la cara mientras te preguntase cosas siniestras: “¿Cuántos minutos dices que estuviste ayer en el servicio? ¿De quién era la colilla en el vestuario de las chicas? ¿Sabes que me han llegado noticias de que mantienes relaciones sexuales en horas de trabajo y en las salas?” Un hombre que quiere ser el Servicio Secreto pero es bastante público. También sabe con quién se juega los cuartos. Cogió a las chicas más honestas, amables y honradas del cine y él o su esbirro les dijeron: “Que sepáis que ver cómo roban vuestras compañeras os hace cómplices, tenéis que venir aquí y contarlo todo”. Eso, dónde no llega la mirada de un jefe, que llegue la lengua de un compañero traidor. Pero al saber eso me surgieron preguntas. La primera es si se puede comparar el grado de complicidad del que ve una violación o un asesinato con el que sólo ve como la compañera hurta un cartón con palomitas que en muchos casos se van a la basura. ¿Se la puede denunciar por no ser una chivata? ¿Y echarla? Pero la otra pregunta que me vino me hizo reír en solitario en la puerta del cine (los que se ríen solos es que algo malo están pensando).
Normalmente mi empresa, para recibir subvenciones del estado, saca entradas falsas. Si ha producido una película con cuatro duros que ya saben que no vale nada y que no va a ir a ver nadie tiene tantos espectadores… ganará subvención, se venderá mejor a las televisiones de cable y no sólo recuperará el dinero invertido sino que sacará algún beneficio. Se compran entradas a sí mismos y un Lunes dónde películas comerciales como “Furia de Titanes” apenas acogen cuarenta o cincuenta personas en una sala ven como películas españolas con actores desconocidos y guiones que debe haber hecho el sobrino subnormal del presidente de la empresa tienen trescientos espectadores. Es falso. La sala esta vacía. Cuando pasa la sesión, por si vienen inspectores, se le pide a la taquillera que saque entradas y las corte ella misma. El encargado hace ese chanchullo él solito. Se queda los resguardos que supuestamente se han quedado los clientes fantasmas. Engordamos la taquilla falsamente para recibir el dinero del contribuyente.
Yo no gano con eso, sólo lo veo. Pero eso es una estafa.
Estoy pensando en preguntarle a mi jefe si eso que dice de ser cómplice de un delito también vale para esto.
Y actuar en consecuencia.
Lo malo es que si le dices eso al jefe te pondrá de patitas en la calle.
ResponderEliminarMe gustó.
Claro que sí. algo que he perseguido muchas veces. Pero no. Esa es una bomba atómica que me reservo por si él se muestra tan rastrero como para hacer de las suyas conmigo. De momento es una de las muchas ideas perversas que tengo pero que están ahí, que tal vez no se realicen nunca... O sí. Pero no a corto plazo. Normalmente odio tanto la delación que hasta me sentiría sucio delatando a un jefe o a una empresa. En el Quijote hay un pasaje muy bueno sobre lo despreciable que es chivarse de algo "cuando no te va nada en ello".
ResponderEliminarbuen tema mi amigo. definitivamente en todos lod flancos sociales, está como predominio la maldita corrupción. me gusto tu relato.
ResponderEliminarun abrazo mi hermano
Desde luego.. de lo que no se entera uno!
ResponderEliminarSería interesante verle la cara a tu jefe ante tal planteamiento... si se te da algún día por cantarle todo a la cara... ten a la mano una cámara...
Muy buena entrada,
Te sigo!
:D
y aprovechando, te invito a que participes con nosotros en noeinsteinsquiz.blogspot.com
;o)
Que tus ideas no se hagan realidad, amigo David.
ResponderEliminarHay que ir tocando madera en cada árbol que encontramos a nuestro paso.
Lo mejor en estos casos es callar…así que shhhuuu!!!!saludos
ResponderEliminarDifícil cuestión, aunque tal y como están las cosas, hay que ir con pies de plomo...
ResponderEliminar(Más de una vez he reído en solitario, y no pensando en nada malo, mas bien en algo cómico y fuera de lugar...)
Bsos
valla,a veces en los trabajos no sabes donde está el limite de lo que se debe aguantar o no.Yo a veces me levando diciendome"me encantaria decirle a la cara de mi jefe todo lo que pienso"pero aún así conseguirian lo que quieren.Lo mejor no dejarse pisar ni acorralar y tener la conciencia muy trankila.pero sobre todo no dejarse manipular con argumentos de fidelidad a la empresa¡anda ya! ni k te laven el coco.Tu decides de lo que quieres hablar,ellos no¡hasta ahí podiamos llegar!
ResponderEliminarsaludos
Sólo quería decirte que volveré por aquí, aunque de otra forma, sin cuenta.
ResponderEliminarBesos, David.
Pues me alegra, Elektra, me alegra pero sigo pensando que un adiós definitivo de tu blog es mucho adiós.
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