Podíamos caber en dos habitaciones pero no en cinco días. O al menos esa era la idea que tuve cuando salí para Francia con mi hermana y su familia. Y pasando mis impresiones a través de esa idea fui filtrando todos los estímulos que me llegaron desde el exterior.
A veces eran miradas entre mi cuñado y mi hermana que me excluían de su conversación sin palabras. Otras veces era que se podían mantener un rato callados y circunspectos delante de unas pastas que cualquier persona en su sano juicio y mejor apetito no hubiese dudado en devorar. Otras veces algún sarcasmo de mi cuñado… Sentía que el ambiente era como una pista de hielo sobre la que patinábamos en un día de Primavera y deshielo, el calor quebraría el suelo sobre el que viajábamos en cualquier momento, alguien se llevaría algo mucho peor que un jarro de agua fría, todo un baño…
Intenté pensar que ellos tendrían sus motivos para estar así. Las parejas están cargadas de asuntos internos. Y bueno, a la niña me la seguían prestando todo el tiempo. La confianza, a ratos excesiva, seguía allí. Pero la atmósfera me parecía extraña en muchas ocasiones.
Pensé que yo era una carga más en ese coche al que me habían invitado con la boca pequeña. Por eso aproveché un aparte de mi hermana para pasarle un dinero para gasolina que ella aceptó con la mano mientras aseguró con palabras que me lo devolvería en Barcelona (intuyo que bajo sus palabras había un entrelíneas así: “cojo el dinero para que mi marido vea que tú también aportas algo pero por mí viajarías gratis”).
Pensé también que era una venganza en frío de mi hermana porque de pequeños jugaba a estrangularla todo el tiempo. Pero eso debía estar olvidado. La falta de oxígeno en el cerebro mata las neuronas. Estoy seguro que mi hermana debe haber perdido todas las de la infancia. O no. Tal vez recordaba cuando yo escribía novelillas de ciencia ficción o terror para los amiguetes de la calle dónde todos éramos personajes y ella solía ser la primera en morir. Pero habían pasado años. Los hermanos mayores somos así, un poco tiranos y no se dan muchos casos en los que el hermano pequeño reacciona y se torna un Caín. Pero yo me sentía incómodo.
Ellos iban por su Eurodisney y yo por mi Louvre y luego conveníamos un lugar dónde yo aparecía y regresábamos juntos al camping en las afueras de París.
Después de la cena el padre y la hija hacían algún espectáculo cómico durante la cena y luego nos íbamos a dormir. Ellos escogieron las camas más incómodas y dormían fatal así que tampoco era culpa mía que mal durmieran y yo descansase.
Pero por las mañanas no veía buenas caras. No eran caras de vacaciones, eran caras de ir a trabajar.
Ya en Barcelona mi madre me llamó por teléfono. Cuando hablamos del viaje me dijo algo:
- Tu hermana dice que está encantada contigo. Que no le extraña que tu sobrina te quiera tanto. Que eres un encanto de hermano, rápido para ponerse en marcha, que si yo no te hubiera malcriado tanto sabrías hacer de todo porque voluntad tenías, que el dinero que le diste lo cogió para que tu cuñado vea que no eres un gorrón pero que te lo devolverá, que sin ti o tu paciencia no hubiesen podido tener a la niña portándose tan bien y a raya…
El caso es que soy demasiado mal pensado como para ser psicólogo.
Tal vez vi malas caras dónde no las había. Tal vez tenía razón con lo de los “asuntos internos” de pareja. Tal vez dormir mal los dejaba mustios de buena mañana.
Tal vez… mi madre mentía.
En este relato falta un asesinato o alguna jugarreta. Tal vez.
ResponderEliminarMe gustó.
Todas las relaciones se complican a medida que nos hacemos mayores. Yo jamás jugué de pequeña a ahogar a mi hermano ni él a mí. Ahora, a veces, nos daríamos de leches, seguro.
ResponderEliminarY a mí me da un poco de pena, pero intento que no se me note, cosa que antes no hubiese hecho.
Quizá estaría bien preguntar las cosas abiertamente. Como cuando éramos pequeños ;)
voto por los asuntos internos
ResponderEliminarbesos
Uff!!Y digo uff porque yo tengo muchas veces esa sensacion de soy una carga...aunque trato de quitarmela...este post me ha hecho pensar...
ResponderEliminarMe da un poco de corte comentar este escrito tuyo...es demasiado personal...se te nota muy cercano.
En fin...a veces es mejor no pensar y dejar que las cosas pasen, si es que tienen que pasar.Quisas por ser psicologo le das demasiadas vueltas a todo.
Me ha gustado mucho...transmite mucho y me resulta realmente cercano
Un beso
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ResponderEliminarLo estoy intentando pero llevo tres días que no puedo.
ResponderEliminarfulll relato. me tramo.
ResponderEliminarun abrazo
A veces nos agobiamos deseando que todos estén bien, disfrutando; que todo sea perfecto.
ResponderEliminarTu madre no te mintió. Te lo digo.
PD. Tienes buen ojo.
El cerebro es una maquina perfecta que a veces nos hace viajar a lugares tenebrosos, aun así....jamás dejaré de pensar, prefiero viajar, que quedarme en el anden viendo el tren pasar...
ResponderEliminarBsos
Así es la mente, ayuda y también daña, como dice la canción. Esa sensación de escuchar lo que no se dijo o ver lo que -quizás- no ocurrió es terriblemente agotadora. Lo se por experiencia.
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