Recibió un mail. Una adivina había hurgado sin permiso en su futuro y había visto dinero. Ella podía acceder a una gran cantidad de efectivo en la lotería con un pero. La adivina debía orientarla para conseguirlo. La ayuda era gratuita porque la vidente quería ayudarla y era así de buena persona. Lo que no cuadraba en la mente de la chica es que gratuito viniera acompañado de una petición de ochenta euros. Gratuito siempre le había parecido cero euros sin gasto de ningún tipo. Sólo la voluntad y en caso de que la hubiera. Tampoco entendía que si su futuro estaba escrito y había dinero asegurado en él necesitase una vidente para pastorearla un poco, para forzar un destino que ahora, por lo que leía la señorita X., se hacía el remolón si no se le incentivaba. Esos ochenta euros, quiso pensar ella, apoyarían tal vez a la adivinadora para sustentarla y que pudiera ayudar a más personas con futuros adinerados y presentes más bien pobretones. Pero… ¿Por qué no usaba sus poderes para ganar un dinero en primera persona y luego ayudar al resto de la humanidad de forma gratuita? ¿Tenía la maldición de Casandra que sólo servía para leer los destinos ajenos?
La señorita X. que era muy educada le respondió con bastante coherencia y sinceridad:
“ Apreciada Madame Felicidad,
He recibido su carta con gran placer y alegría. Debido a la crisis económica y a que no tengo trabajo ni posibilidades de conseguirlo a corto o largo plazo me alegra saber que toda esa cantidad de dinero llegará pronto a mí. No quiero pensar que sea usted uno de esos cuentistas que prometen dinero a los más necesitados y pobres aprovechando que son los más crédulos, que confunden sus deseos con su realidad y se aferran a un clavo ardiendo porque no tienen nada más. Creo en la bondad de las personas. No creo que existan seres humanos tan rastreros que aprovechen la debilidad y la desgracia de sus semejantes para enriquecerse, para medrar a su costa. Por eso estoy segura que usted se hará cargo de mi difícil situación y que me enviará ese estudio de mi futuro que promete, de un modo absolutamente gratuito y que más adelante, cuando cobre toda esa fortuna y yo pueda pagarle, aceptará mi dinero. Actualmente, con dificultades para hacer frente a mi hipoteca y contando cada euro antes y después de cada compra no puedo abonarle esos ochenta euros que usted me pide. Espero que sepa entenderme. Si cobro ese dinero ambas saldremos beneficiadas. En caso contrario, ni se me pasa por la cabeza, claro, pensaría que es usted una de esas estafadoras de telediario a las que incluso se podría denunciar y sacar su foto junto a pederastas, terroristas y otros gamberros contra la ética y la moral. Pero sé que eso sólo ocurre en las películas. Me despido de usted con un gran abrazo de amiga y espero la lectura de mi futuro lo antes posible. Las navidades se acercan y hay un abrigo de piel sintética (sin maltrato a los animales, por supuesto) que me está llamando. También una manta nórdica para las noches de frío y gas cortado por impago que se me acercan. Atentamente
Señorita X”
Curiosamente, la señorita X. se tuvo que resolver sola el futuro.
No tuvo más respuestas.
Y no ganó absolutamente nada que no hubiera tenido que trabajar antes.