miércoles, 30 de diciembre de 2009

Adivinadora


Recibió un mail. Una adivina había hurgado sin permiso en su futuro y había visto dinero. Ella podía acceder a una gran cantidad de efectivo en la lotería con un pero. La adivina debía orientarla para conseguirlo. La ayuda era gratuita porque la vidente quería ayudarla y era así de buena persona. Lo que no cuadraba en la mente de la chica es que gratuito viniera acompañado de una petición de ochenta euros. Gratuito siempre le había parecido cero euros sin gasto de ningún tipo. Sólo la voluntad y en caso de que la hubiera. Tampoco entendía que si su futuro estaba escrito y había dinero asegurado en él necesitase una vidente para pastorearla un poco, para forzar un destino que ahora, por lo que leía la señorita X., se hacía el remolón si no se le incentivaba. Esos ochenta euros, quiso pensar ella, apoyarían tal vez a la adivinadora para sustentarla y que pudiera ayudar a más personas con futuros adinerados y presentes más bien pobretones. Pero… ¿Por qué no usaba sus poderes para ganar un dinero en primera persona y luego ayudar al resto de la humanidad de forma gratuita? ¿Tenía la maldición de Casandra que sólo servía para leer los destinos ajenos?

La señorita X. que era muy educada le respondió con bastante coherencia y sinceridad:

“ Apreciada Madame Felicidad,

He recibido su carta con gran placer y alegría. Debido a la crisis económica y a que no tengo trabajo ni posibilidades de conseguirlo a corto o largo plazo me alegra saber que toda esa cantidad de dinero llegará pronto a mí. No quiero pensar que sea usted uno de esos cuentistas que prometen dinero a los más necesitados y pobres aprovechando que son los más crédulos, que confunden sus deseos con su realidad y se aferran a un clavo ardiendo porque no tienen nada más. Creo en la bondad de las personas. No creo que existan seres humanos tan rastreros que aprovechen la debilidad y la desgracia de sus semejantes para enriquecerse, para medrar a su costa. Por eso estoy segura que usted se hará cargo de mi difícil situación y que me enviará ese estudio de mi futuro que promete, de un modo absolutamente gratuito y que más adelante, cuando cobre toda esa fortuna y yo pueda pagarle, aceptará mi dinero. Actualmente, con dificultades para hacer frente a mi hipoteca y contando cada euro antes y después de cada compra no puedo abonarle esos ochenta euros que usted me pide. Espero que sepa entenderme. Si cobro ese dinero ambas saldremos beneficiadas. En caso contrario, ni se me pasa por la cabeza, claro, pensaría que es usted una de esas estafadoras de telediario a las que incluso se podría denunciar y sacar su foto junto a pederastas, terroristas y otros gamberros contra la ética y la moral. Pero sé que eso sólo ocurre en las películas. Me despido de usted con un gran abrazo de amiga y espero la lectura de mi futuro lo antes posible. Las navidades se acercan y hay un abrigo de piel sintética (sin maltrato a los animales, por supuesto) que me está llamando. También una manta nórdica para las noches de frío y gas cortado por impago que se me acercan. Atentamente

Señorita X”

Curiosamente, la señorita X. se tuvo que resolver sola el futuro.

No tuvo más respuestas.

Y no ganó absolutamente nada que no hubiera tenido que trabajar antes.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

De viaje


Ahora que no tengo problemas llevo más ligera la maleta. Y siempre me han gustado los equipajes minimalistas. Voy a ver una ciudad nueva no a un pase de modelos. Sólo me pesan un poco los libros porque al final siempre acabo leyendo algo. Porque abro libros con el ansia del que abre cajetillas de tabaco.

Cuando viajo paso de ser espectáculo a espectador.

No me importa tanto adónde voy como dejar atrás lo que dejo.

Ser uno mismo puede convertirse en un lastre si no abres las ventanas de vez en cuando y aireas tu vida. Hay que aprovechar los inventos con ruedas que algún día nos llevarán al desastre para lo que realmente sirven: matar el pasado. Hacer un poco más lento el presente. Viajar es como hacer algo importante con tu vida.

Este lugar no es muy distinto del que abandono temporalmente sólo que aquí las calles no incluyen ni un solo recuerdo con el que pueda agobiarme. En Barcelona cada rincón es una mina anti-persona que estalla y me retrotrae a un momento bueno o malo pero que ahora no me apetece recordar.

Estas navidades tan largas están siendo razonablemente felices. Yo estoy siendo razonable con lo que me pide el cuerpo.

Conozco personas fugaces en las colas y transportes urbanos del nuevo lugar. Mucha gente entabla conmigo conversaciones mediante formulas tan absurdas cómo “¿Sabe por dónde caen las latas de alubias?” o “Ese libro que lees es muy gordo, hijo”. Tengo un aspecto que parece resultar inofensivo y afable hasta a las dos de las madrugada en un callejón oscuro y sin salida. Los más habladores son las personas ancianas. Especialmente desde la tribuna de esos bancos en los parques. Parece que no andan bien de interlocutores y aprovechan el más mínimo indicio de que alguien les escucha. Como tengo tiempo no me importa prestar un poco estos días.

Pero el resumen es que los viajes nunca me fallan.

Suelo llevar el cuerpo pero acabo salvando el alma.

Eso en lo que no creo pero que igualmente parezco sentir a veces.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Cirugía interior


Lo primero que arrasaron los antidepresivos fue el deseo. Ya sólo podían tirar de mí las carretas. Y no es que me hubiesen dejado del todo inofensivo, la rigidez seguía existiendo, pero ya sólo buscándola y no de un modo espontáneo.

Ahora podía ser un filósofo de la escuela estoica y renunciar a la distorsión que las bajas pasiones son para el intelecto. ¿Era más feliz? Debo decir que sí. Y lo sigo siendo en esta tregua de tranquilidad que me ha entregado la farmacia y la subvención de la seguridad social.

Recuerdo cómo Jodorowski asegura que ahora que el deseo sexual no es tan imperioso se siente más libre. También las palabras de un artículo de Houellebecq sobre una excursión de unos viejos que bromean sobre el sexo, tienen buenos recuerdo sobre lo que hacían en su juventud aunque en muchos casos sea cosa del pasado. Y con esos recuerdos leídos enriquezco mi experiencia.

La ausencia del deseo no es total. Todavía recuerdo ciertas pasiones que disfruté. Pero también todas las barbaridades que llegué a cometer por algunas. Y el precio que me costaron las menos recomendables. En la balanza de los últimos tiempos el placer pesaba como una pluma y el sufrimiento como el hierro.

Demasiados errores.

Mi otro vicio capital, la ira, tampoco es que me alegrase mucho la vida.

Desde que he regresado a una cierta paz, no sólo química sino real ya que la baja del trabajo me ha permitido tener tiempo para mis aficiones y pequeñas felicidades cotidianas, el mundo no ha tenido más sentido pero he vivido como si lo tuviera.

He comenzado a barrer mi último yo. Eliminé un blog, un Facebook, una dirección de mail, un número de teléfono. Me aislé de un pasado que más tarde o más temprano me alcanzará. Pero eso ya no importa. Cuando el antes se encuentre con el ahora yo tengo que ser otro, el de después.

No puedo dejar de ser yo del todo pero siempre se puede pulir un poco la personalidad. Al menos cuando uno admite que se le ha deformado un poco.

Eso no significa que cuando se disipe el efecto de las drogas legales que se recetan no vuelvan los equilibrios al borde de todo lo que me pierde. No pretendo convertirme en un yonqui respetable cuando no lo he sido tampoco de los que compran en callejones (de la farmacia al callejón sólo hay una diferencia de vulgar legalidad).

Y un hedonista como yo tampoco se puede castrar el placer o hacer pancartas

pro-castidad de las que se reiría todo el mundo empezando por mí mismo.

Sólo intento que la naturaleza no sea más fuerte que mis intereses.

Mi rebelión contra ese Dios en el que no creo empieza por no dejar que me chantajee hasta el punto de perder la razón y dejarme llevar por los instintos.

No es prepotencia pero sí ambición. ¿Y qué?

Cuando pierda no podré decir que no lo he intentado.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Fernando Sánchez Dragó se despide a su pesar


Como le dolía caminar no tenía más opción que gatear o en caso de erguirse como un hombre, pagarlo con dolor. Decidió la animalidad y sostenerse a cuatro patas. Le habían cortado el talón de Aquiles en ambas extremidades. Ahora veía el mundo desde abajo, como su difunto y llorado gato Soseki. Cómo había podido amar tanto a su mascota. Cuánto sufrió su muerte. Y en cambio, paradojas de la vida, cómo disfrutaba viendo la tortura y el asesinato de los bravos toros. Cómo defendía toda esa sangre inocente derramada sobre un ruedo a manos y sobre todo espada y banderillas de un rufián de traje afeminado que se las daba de héroe. Aquellas tardes de Lorca “a las cinco de la tarde, las heridas quemaban como soles” le venían de golpe a la mente. Pero el cuerpo ya no las sentía con placer. Ahora no le apetecía levantarse desde su silla preferente detrás de la barrera (dónde se ven mejor los toros) y abrazar a su joven concubina de lujo. Tampoco jalear al torero o valorar su acción pidiéndole una oreja o el rabo de un animal rudo pero sin malicia que había muerto frente a otra bestia más ruda si cabe, una armada con filo traidor y astucia rastrera.

Fernando Sanchez Dragó se movía torpe y desnudo en ese suelo arenado. Le debían haber puesto narcótico en la bebida. Aquella chica de dieciocho años que parecía tan asequible a su encanto de escritor resultaba no ser lo que había pensado. Esa hetaira contratada le había traicionado de algún modo. Si no, no se explicaba esa saliva como pasta reseca en la boca, ese dolor en la cabeza leve pero mareante, ese aturdimiento artificial, esa extraña situación en la que se hallaba ni el cómo había llegado hasta allí sin desearlo en modo alguno. ¿Dónde estaba? Pero si él siempre lo sabía todo. Sus artículos eran puro derroche de retórica al servicio de sus machadas y de sus huevos que ahora, meras y asustadas pasas arrugadas, colgaban de él hacia el suelo humillándole. No es que le importase mostrarse desnudo al público, ya lo hizo en alguna ocasión para buscar una polémica que no encontró, es que no le gustaba que lo desnudasen otros y sin permiso. Lo que no soportaba era no controlar la situación.

Y entonces sintió la punzada. O las punzadas. Como abejas sobrealimentadas sobre su lomo sentía el dolor que le hería en varios puntos de su anatomía. Alguien le estaba apuñalando o… Intentó volverse pero el sol le molestaba. Se sentía tan cansado… Y el sufrimiento apenas le dejaba pensar. Al principio era rabia pero ahora la impotencia le estaba volviendo manso. Sólo quería salir de esa pesadilla cuyos códigos ni controlaba ni entendía. Pero la única respuesta no fue más que la V invertida de dos piernas. Dos delgadas columnas entre él y la huída. Luego un brazo del que colgaba un trozo de tela en forma de capote con la fotografía de una joven atractiva mirándole semidesnuda e invitadora, agitándose al viento y por efecto del brazo del presunto torero frente a su rostro. Casi por instinto se acercó, a pesar de su dolor, hasta ese trapo impreso pero cuando creía alcanzarlo sintió otra puñalada sobre el lomo y cayó rendido por la fatiga y por la carencia de sangre en su cuerpo. Estaba agotado. Y el dolor estaba más allá de lo soportable. De reojo pudo ver que algo había caído de su espalda. Una banderilla. Pero antes de entender esa imagen le llegó una voz desde unas alturas que ya nunca alcanzaría en vida, apenas el metro ochenta que separaba el suelo de arena de la boca del hombre que le hablaba tranquilo pero sólo porque contenía la ira:

- Somos una agrupación de antitaurinos de esos con los que usted se mete tanto. Esos a los que llama intolerantes y no se cuantos epítetos más porque estamos en contra de las corridas de toros. Sólo queríamos demostrarle lo que verdaderamente significa ser intolerante. De todos modos, como dicen muchos de ustedes… el toro no sufre. ¿Qué tal se lo está pasando?

Pero Sánchez Dragó no podía responder. La fuerza necesaria para elegir o juntar palabras, tan ilimitada en otros tiempos, había desaparecido por completo. Sólo estuvo a punto de gritar algo horrorizado cuando aquellas últimas palabras le llegaron al cerebro:

- Qué pena que no pueda ver esta faena. ¿Quién sabe? A lo mejor soy el nuevo José Tomás. En fin… A por las orejas y el rabo.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Una tarde cualquiera


Quedo con él frente a la estación. Después dedicamos todos nuestros pasos a llegar hasta una cafetería que él conoce. Nos movemos en su zona. Por comodidad. La suya.

A mí no me importa viajar un poco. A veces sólo me separan cinco estaciones de un lugar inédito. Este barrio en especial apenas lo recuerdo así que casi es nuevo para mí. Sólo tengo en mi memoria tres o cuatro visitas de cuando ganaba discos en su emisora adivinando grupos y solistas del pop rock más comercial.

En la cafetería desgranamos los acontecimientos más relevantes (para nosotros) desde la última vez que nos vimos. El blog ya no es un lugar seguro para hablar de lo que nos de la gana. Mi vida privada se ha vuelto movediza. Demasiadas miradas no deseadas en el viejo blog. Pongo al día a mi amigo sobre todo ese asunto del cierre de la otra bitácora. Y del adiós al Facebook. Supongo que hemos hecho bien en quedar. Estoy desapareciendo y hay que confirmar que alguna vez existí.

Pedimos un cortado por cabeza y nos regalan un par de pastas. La cortesía de la casa parece esconder un excedente de bollería que no han podido sacar de otro modo. En cualquier caso nos viene bien. Unos minutos más y yo mismo hubiese pedido esa caña de chocolate o el croissant y entonces, tal vez, me hubiesen cobrado.

P. me comenta lo del presunto fiasco de su última deseada. Quedó con ella un par de veces. La segunda apenas fueron diez minutos. La tercera fue de fogueo porque por Internet ella sólo dijo “a partir de ahora es mejor que sólo nos hablemos por aquí”. ¿Que qué opino de esa respuesta? Bueno, él mismo tenía tan claro su significado como yo.

Después hicimos unos kilómetros para deshacer calorías mirando los puestos de una feria anual que ponían por allí. Nunca había visto tanta geografía seguida dedicada a la bisutería, la alimentación o las churrerías. Los olores de todo ese aceite insano eran como el canto de las sirenas pero no nos dejamos arrastrar por él.

P. aprovechó la vuelta turística por su población y sus festejos hablándome de sus nuevas ilusiones. La cita anterior no merecía ningún titular habiendo una nueva cita pendiente con una nueva chica y sí, esta parecía que prometía. El único problema parecía la distancia pero ella estaba a punto de solucionar eso en breve así que… Me alegró la noticia. Era esperanzadora.

Terminamos la caminata en otra cafetería. Más porque nos sirvieran unas sillas que por el café. Desde esa mesa de ese local miré por el ventanal la gente pasar. Eso me hizo recordar el tiempo que no hacía algo tan sencillo y relajante como charlar con un amigo frente a una ventana sin más preocupaciones que las ajenas. Buscar remedio a los males del prójimo siempre es más sencillo. Al menos cuando estos son suaves como los de P..

Al despedirme de él quedamos para otro día. Tal vez en el restaurante japonés. Hábitos particulares entre amigos determinados (creo que ya sólo quedo con él en este tipo de restaurantes).

Después de un tren, cinco estaciones cortas y un capítulo más de otro libro, llegar a casa, encender la televisión y mirarla sin tener la mente en otro lugar.

Sé que cuando este tipo de pequeñas circunstancias vuelven a resultarme agradables estoy volviendo a ser yo.

Hace casi dos años que soy un forastero en mi cuerpo.

Ya es hora de que regrese el que se fue y se vaya este ocupa agresivo, insatisfecho, esquizofrénico e ignorante que me habitó tanto tiempo.

martes, 1 de diciembre de 2009

¡Pillado!


Me despierto al nuevo día como dueño de un blog libre de influencias externas. Lo abro. He recuperado algunos blogs y seguidores que tenía en el otro. Pero he perdido a muchos que también me gustaba seguir y no recuerdo dónde estaban. Han desaparecido los comentarios y enlaces del otro blog. Todo lo hago de memoria limitada.

Y de pronto… ¡No puede ser! ¡Descubro que me han descubierto! Tal y como auguraba Meryone en uno de sus primeros comentarios. A ella también le gustan las aves de mal agüero y sobre todo su comportamiento. Pero lo mío no es mal karma. Es tontería pura y dura. Si visitan mi blog con asiduidad y yo visito blogs con asiduidad es lógico que para buscarme, si se pone un mínimo de interés, se vaya a rastrear esos blogs amigos. Es el equivalente a cuando te quieres escapar de la policía y te pinchan todos los teléfonos y vas tú y llamas a un amigo para decirle que no se preocupe, que estás en tal o cual sitio y él te escucha pero los tíos uniformados de la furgoneta también lo están haciendo. Te puedes poner careta pero si dices que vives en el primero segunda de la calle tal te van a pillar con o sin máscara, con el nick que quieras. De momento he sido localizado por alguien que de todos modos hubiese sido informada. El problema es que ahora me queda la duda de si ciertos pajarracos más oscuros que los que encabezan el blog también se pueden tomar el enorme interés de la primera persona que me ha detectado. Haré una prueba. Todos esos amigos íntimos míos que debido a su defecto de cotillas compulsivos y “marujos” veteranos no han sido avisados de esta mudanza de mis letras me preguntarán qué ha pasado. Yo diré que lo he dejado. No se lo creerán. A ver si llegan hasta aquí. Y en cuanto a la autocensura… Pues a lo mejor da igual y hay que apechugar como siempre he hecho con lo que toque pero no por bocazas sino por letrazas(o ambas cosas que son compatibles y en la realidad no es que sea yo muy modosito, la verdad). Intentaré evitar la máxima de Epicuro que dice eso de no hagas nada que no quieras que se sepa. Adoptaré una nueva como por ejemplo “prepara la cara porque te van a seguir lloviendo hostias pero al menos que no se te quede la verdad sin decir, no vayas a coger un cáncer por guardarte bilis dentro”.

De todos modos no dejo de pensar que la primera persona que me ha descubierto lo ha hecho apenas unas horas después de estrenado el blog. Si es que soy de una discreción… Más de doscientos post del anterior blog aparcados y con sus comentarios desaparecidos para nada. Y eso sin contar con algunos enlaces que seguía. El nick Neuroscopetrix hizo lo mismo que yo el otro día pero perdí toda la información que me dio en su momento. Incluso el Messenger. Si alguien conoce su paradero que se ponga en contacto conmigo. Aunque el mío tampoco está tan oculto, la verdad. Todo este asunto acaba de arruinar mi carrera de James Bond en ciernes. Si no valgo, no valgo. A mí no me ponen cámaras para vigilarme porque sería una redundancia.

Bueno, sólo añadir que luego me fui al Facebook para destruirlo y antes de hacerlo me salieron todas las fotografías de mis amigos con una oportunista leyenda debajo que decía “x te echará de menos”. Los miré a todos.

Afortunadamente no necesité más de un click para mandarlos todos a la mierda.

Ahora busco apartamentos a buen precio en el Tibet para desaparecer de verdad.

Luego recuerdo que si dejas escrito en algún sitio lo que haces te encuentran antes.