miércoles, 3 de febrero de 2010

Más tortas da la vida


No recuerdo lo que le dije ni el tono pero sí el guantazo que me soltó. Sé que no era mi voluntad hacerla llegar hasta ese extremo ni que me llamase cerdo a la vez que explosionaban sus dedos contra mi rostro. Porque ni los cerdos ni los hombres a los que llaman cerdos por imitar a los cerdos tenían nada que ver conmigo o con mi comportamiento. Creo que estaba dejando por veinteava vez la relación, no sé, algo así de incomodo pero necesario para que los dos viviéramos mejor. Pero ella opinó con su mano derecha y lo hizo así de contundentemente. Lo hizo en un par de ocasiones si hago recuento de la traumática relación.

Toda su belleza se desperdiciaba en mis brazos y en mis ataques de frío(a veces se me hiela el corazón pero prometo que lo hago sin querer). Supongo que la quería dejar porque temía quedarme sin aire. Su amor era intenso pero no conocía el descanso ni los tiempos muertos. Su pasión ponía en ridículo mis poemas de amor. Y yo temía vivir sólo para amarnos.

Pero el tortazo… En fin. No llevo piercings así que un tatuaje de amor cárdeno en la cara con su bonita y diminuta mano marcada tampoco era mi idea del romanticismo ni mucho menos de la estética. Estábamos en un lugar protegido de miradas ajenas pero hasta que no se me pasase el sofoco de la hostia no podía mostrarme a los demás. No pude evitar pensar en la paradoja. Mientras las televisiones hacen casi unánime culpable de la violencia de género a los hombres españoles en mi caso la historia se invertía. Ni golpeo mujeres ni conozco entre mis amigos a nadie que lo haga. Mi única respuesta fue indignarme, decirle que hasta ahí habíamos llegado e iniciar la huída.

Pero ella me cortó la retirada. Un minuto más tarde de acariciarme con fuerza la cara se derrumbaba arrepentida en mis brazos. La bella y la bestia en el mismo pack (bella por fuera aunque un poco salvaje por dentro). Sus lágrimas y sus labios me pedían perdón.

Pensé que si se hubiese arrepentido un minuto y dos segundos antes yo no hubiese recibido el golpe. Pero claro, no te puedes arrepentir de algo que no has hecho así que primero hay que hacerlo. Por una u otra circunstancia mis mejillas lo tenían que pagar.

La segunda vez que lo hizo le puse el límite y me arriesgué a una tercera que por suerte no llegó. Supongo que aprendí a cuidar las palabras y a romper nuestra relación con más elegancia. También hacía mucho que se acostumbrase a las rupturas. Nos dejábamos al menos una vez a la semana y volvíamos en cuestión de horas. Si le decía que la dejaba ella tenía opciones mejores para retenerme que partirme la cara.

No sé hasta qué punto me merecía aquellos arranques de rabia hacia mí. No sé por qué le aguanté esas dos bofetadas y no la dejé en la primera. Puede que el dolor físico no me asuste demasiado. O puede que sintiera que cualquier persona con paciencia llegaría al histerismo estando conmigo.

O también puede que pensase que esas bofetadas eran la mejor demostración que nunca nadie me ha querido tanto como me quiso ella.

7 comentarios:

  1. Pues hay amores que matan. ¡Vaya contundencia la de la señora!

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  2. "O puede que sintiera que cualquier persona con paciencia llegaría al histerismo estando conmigo"...eso es lo que en definitiva pueden llegar a pensar mas o menos muchas mujeres u hombres maltratados..."puede que sea yo""puede que me lo merezca""solo es esta vez"...la primera ya es demasiado...siempre es demasiado porque siempre hay otras muchas opciones antes de llegar a la violencia fisica o incluso verbal...o eso creo yo.
    PD:Que dificiles son las relaciones joder!!
    Besos
    Liss

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  3. He vivido (o sufrido) un par de historias de estas amor-odio. Es cierto que la pasión y la intensidad son mucho más altas, pero después de un tiempo, la situación se hace completamente insostenible. Aquí vuelve a entrar en juego ese equilibrio que yo creo que no existe, y si así fuera, es por tiempo limitado. Así lo veo yo, aunque también es posible que cambie de opinión.

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  4. :O El final me ha impactado. Supongo que siempre intentamos sacar el lado positivo a las cosas, pero a mi parecer... una bofetada no demuestra amor...
    Yo también he vivido una relación asi, amor-odio, y es un asco, al final todo salta por los aires y por desgracia las tortas te las acabas llevando, sin razón.
    Por cierto, interpretaste perfectamente el post ;)
    Grcias y un besito

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  5. "O también puede que pensase que esas bofetadas eran la mejor demostración que nunca nadie me ha querido tanto como me quiso ella." David ésto no lo vuelvas a decir o pensar JAMÁS!!!
    Quien te falta al respeto de esa manera, (pegándote así sea una simple bofetada) no te quiso, ni te quiere, ni te querrá nunca.

    En el momento en que se levanta la mano y por ende se pierde el respeto al otro, se acabó todo, como se dice vulgarmente, se pela el cobre y ahí ya no hay nada que valga la pena.

    Un beso multicolor y feliz fin de semana

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  6. Básicamente estoy de acuerdo con los comentarios. Lissi, es cierto lo que dices de la psicología del maltratado. Sólo unas puntualizaciones. Las relación está muerta y acabada ya. Esa pequeña y bonita mano solo me dio dos bofetones en dos años que apenas dolieron unos segundos y que ojalá todos los dolores de mi vida fuesen tan ínfimos como esos. Me cuesta sentirme un maltratado cuando soy más fuerte que la maltratadora y la hago llorar en abundancia y más de lo que ella me ha hecho llorar a mí. Creo.

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  7. Desde luego es mejor alejarse cuanto antes de relaciones tóxicas. Pero somos tan cabezotas.
    Y las mujeres muy cabronas en muchos momentos.
    Y no sólo mediante bonitas pequeñas manos.

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