El otro día fue el de la Tierra y hoy ya me está demostrando mi Ayuntamiento que no le importa joder el pequeño espacio de ídem que gobierna. En el folleto “Seguros delante del riesgo químico” que me encuentro en el buzón me informan sobre empresas cercanas a mi casa que sí, que son muy “seguras” pero no tanto como para que no les obliguen a enviarnos estos avisos por escrito. Son explicaciones muy parecidas a las de las TCP o azafatas, dan miedo porque sabes que si ocurre algo malo no te van a servir de nada, apenas las escuchas, ellas o ellos que sigan haciendo aerobic y que no dejen de mover sus brazos que tú sólo confías que no ocurra nada.
Las empresas cercanas a mi piso que pudieran tener un mal día arrasarían con la zona dónde vivo pero tenemos una defensa: unas alarmas que nos avisarán y que durante el día 3 de Mayo harán sus ensayos para que sepamos distinguirlas y no pensemos que la Renfe ha cambiado su manera de marcar las llegadas o salidas cuando la nube tóxica se aproxime a nuestros pulmones. Puros formalismos. La vida es nazi.
Si eres sordo no escucharás nada. Más vale que atiendas a los grupos de gente corriendo asustada y pisándose los unos a los otros.
Se recomienda que busques el lugar más interior de un piso (si todo son ventanas porque tienes dinero y “a quién no le gusta un piso bien luminoso”, morirás fácilmente pero tu vida habrá valido la pena en ese piso tan bonito y abierto).
Dicen que escuches la radio. En el folleto hacen publicidad gratuita de las cadenas que nos informarán del estado de la crisis. Yo probablemente caeré asfixiado sin saber muy bien lo que pasa mientras Bowie, Sabina, Morrissey o cualquiera de estos sigue atronando en el equipo de música o en el MP3 (cuando voy a la calle pertenezco a la tribu de los sordos voluntarios, ninguna sirena avisará por mí, las campanas sí que redoblarán en cambio).
Nos piden que no llamemos por teléfono para no colapsar líneas. Nadie seguirá este consejo y bien que harán. Si no llamas por teléfono consigues el mismo efecto que si colapsas la línea, o sea, ninguno (pero antes de que se colapse tienes por lo menos una oportunidad).
Que no vayamos al colegio porque los profesores ya saben qué hacer con los niños. Ese consejo está bien pero sólo si el colegio no es de curas.
Hay otros grupos de riesgo que no contempla el folleto en caso de alarma. Los que no leerán el folleto, los que lo leerán pero son imbéciles, los desmemoriados, los que sólo saben qué significa sirena por la película de la Disney o similares, los que estén trabajando entre maquinaria ensordecedora, los despistados, los que pasan siempre de todo con un “vaya tontería, seguro que no es nada”…
También está el peligro de que las autoridades sólo avisen para que no haya muchos mosqueos cuando realmente estén convencidos de que hay motivos de alarma. ¿Cuándo será eso? ¿Cuándo la mitad de los trabajadores del polígono haya caído atacado por las toxinas? ¿Y entonces quién tocará la sirena? Imaginemos que el encargado de pulsarla es el primero que se ahoga entre espasmos y regueros de sangre por la boca…
En fin. Ya tengo un nuevo motivo para dormir mal además de mi vecino.
Nunca dejaría de escribir mi blog.
Si lo hago es que el plan de emergencia ha fracasado conmigo y Quimidroga, Industrias Titán, Coplosa S.A. o similares me han enviado a contarle chistes a San Pedro (o a los gusanos que yo no creo en nada).